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Cambio Moneda

domingo, 9 de mayo de 2010

Muere Juan Antonio Samaranch

 

 

 

 

 

 

 

Muere a los 89 años Juan Antonio Samaranch, presidente de honor del COI tras dirigirlo entre 1980 y 2001.- Logró con su carisma, habilidad y poder astutamente administrado que su ciudad, Barcelona, ganara los Juegos de 1992


Juan Antonio Samaranch (Barcelona, 17 de junio de 1920-21 de abril de 2010), presidente de honor del Comité Olímpico Internacional (COI) tras haberlo presidido desde 1980 hasta 2001, falleció en la madrugada pasada a los 89 años en el hospital Quirón, de Barcelona, donde estaba ingresado desde el domingo a causa de una insuficiencia coronaria aguda.
¿Cuántos españoles han tenido una presencia mundial tan importante como él? Sólo pensar en esa pregunta, sin siquiera intentar contestarla, da pie para empezar a valorar lo que ha sido Samaranch. Como todo personaje, pudo tener sus luces y sus sombras, pero nadie podrá discutir su universalidad, algo sólo al alcance de los elegidos.
Ha sido el presidente del olimpismo más influyente desde el fundador, Pierre de Coubertin, y hasta logró con su carisma, habilidad y poder astutamente administrado, que su ciudad, Barcelona, ganara los Juegos de 1992, hito que cambió muchas cosas, pero especialmente puso al deporte español, al fin, sin complejo entre los grandes. E incluso estuvo a punto en 2005, en Singapur, de que Madrid obtuviera los de 2012. Sólo un estúpido error de un miembro griego lo estropeó todo. Ya sólo era presidente de honor y, realista siempre, no confiaba en su poder de convicción. Pero aún mantuvo lealtades que no esperaba. Por algo, un sólo ejemplo, ha quedado como el español más famoso y querido en China y en los antiguos países del Este. Pero también en muchas partes.
Porque Samaranch no sólo fue grande en los grandes foros, contra muchos vientos y mareas, sino también en las distancias cortas. Bastantes periodistas -él tambien lo fue- pueden atestiguarlo. Pocos dirigentes son capaces de salir de primera clase y acercarse a la económica sin cámaras ni alharacas. Sin necesitarlo absolutamente desde su posición. Los gigantes lo son porque saben ser entrañables cuando nadie los ve. Quizá, es muy posible, imperceptible para quienes pudieron estar cerca de él, era que su astucia, su inteligencia, moldeara tanto su manera de ser que le permitiera pasar de las decisiones más duras a las posturas más entrañables sin el más mínimo esfuerzo.
"¿Qué quieres ser de mayor?"
Samaranch ha muerto a pocos meses de los 90 años tras una vida que habría firmado desde muy joven. Y, como los bravos guerreros, por la última secuela de las heridas que le provocó la batalla final, hace casi nueve años, cuando se despidió de la presidencia del COI en Moscú, donde había sido elegido. Por tratar de dejar todo en orden y con el barco a toda vela, después de tomar el timón varado y en la calma más chicha. A la extenuación se unió el imponderable de un fallo médico. Desde entonces ha luchado contra la edad y el desgaste tras 21 años considerados de los más cruciales de la historia olímpica
Asombroso bagaje para el ciudadano de un país que hace siglos dejó de ser muy grande, pero al que los primeros mandatarios del mundo hacían siempre un hueco en su agenda para recibirle sin esperas ni disculpas, a diferencia de tantos otros presidentes. Fue bien simple para él. Sólo el fruto de alguien que vale y hace lo que le gusta, venga de donde venga. En 1981, cuando sólo unos meses antes había recogido un COI casi en ruinas y tenía ante sí la difícil tarea de reconstruirlo, dijo unas palabras muy significativas: “Yo soy como el niño al que le preguntan ‘¿qué quieres ser de mayor?’ y dice ‘dirigir, mandar en el deporte’. Y lo he conseguido. Soy feliz”.
Ya en aquellos primeros momentos confesó que el mundo anglosajón no perdonaba ni admitía que un españolito fuera el jefe. Realmente raro con el poco peso específico internacional de un país que salía del franquismo para buscarse un hueco de respeto democrático en el mundo. Con un protagonista, además, reconvertido de aquella dictadura. En el aristocrático olimpismo se le fue perdonando, pero el catalán de familia acomodada, con altos cargos políticos en su anterior andadura, sufrió muchos ataques al llegar a la cumbre. Y después. Siempre. Como si hubiera sido el único caso a escudriñar de las dos Españas. ¿Sombras? Cuando en 2010 aún siguen en las cunetas víctimas del franquismo y hay tantos que no se han cambiado ni de camisa, resulta, como poco, injusto tirar cualquier primera piedra contra alguien.
Portero discreto de hockey sobre patines
Visto en la distancia, a Samaranch, hijo de la alta burguesía catalana, millonario textil, parece difícil haberle pedido en cualquier tiempo militancias de izquierda. Pero, en todo caso, su vida política sólo fue siempre encaminada a figurar en el deporte, su gran pasión. Portero discreto de hockey sobre patines, ya empezó siendo un gran delegado de equipo porque su brillo estaba en los despachos. Lo iba a demostrar sobradamente. Fue muy amigo y admiró a Raimundo Saporta, otro ejemplo de habilidad suprema entre bambalinas, aunque de actor secundario, como Anselmo López, un caso similar.
Samaranch, pequeño en estatura, pero con un cerebro privilegiado, sabía perfectamente cuál era su camino, aunque fuera tortuoso y complejo. Y lo recorrió con una meticulosidad exquisita. Las altas esferas de deporte sólo son un remedo de la política y él se supo mover como pez en el agua. Hizo el trabajo y, por si fuera poco, estaba predestinado. Por eso contaba con orgullo cómo Avery Brundage, presidente del COI entre 1952 y 1972 le predijo en una visita a Roma que él también lo sería algun día. Pero no adivinó que iba a ser precisamente el que desmontara su trasnochado amateurismo, la gran decisión que salvó el olimpismo.
Samaranch no sólo acabó con la hipocresía de los deportistas funcionarios estatales, sino que abrió la puerta a los mejores profesionales, reconvertidos en “aficionados puros” durante la tregua olímpica. Fácil de entender ahora, pero bien complicado de llevar adelante en un mundo como el olímpico, donde él consiguió, con otros éxitos, convertir el COI en un negocio pujante.
Incluso dribló las sombras de la corrupción, siempre sabidas, pero también enrevesadas para hincarles el diente hasta que se lo puso en bandeja el escándalo de Salt Lake City. ¿Sólo lavado de cara? Samaranch, que debió incluso torear delante del Congreso de Estados Unidos, como si el resto del mundo no fuera en absoluto corrupto, siempre comentó: “Todo por un millón de dólares en becas y viajes a miembros de países tercermundistas que lo toman como algo normal de ayuda a su condición. Una propina para lo que hay, ha habido y habrá en el mundo financiero y político”.
Monárquico hasta la médula
El olimpismo, con sus defectos, como los de la sociedad de consumo, no deja de ser en la mayoría de los casos el mal menor emocionante de los esfuerzos y sentimientos humanos más nobles. Y Samaranch, un español, catalán, barcelonés, fue su estandarte. Un lujo.
En 1993, un día antes de que el COI no se atreviera a elegir a Pekín para los Juegos de 2000, ganados por Sydney, comentó mientras veía los grandes yates del puerto, desde su habitación del hotel en Montecarlo: “No me gustan”. Samaranch, rico de familia, ni se aprovechó del COI, ni lo necesitaba. Sólo para gestionar el deporte, lo que más le gustaba. Por eso pasó casi cuatro años de su vida como primer embajador en Moscú preparando el asalto a la presidencia. Mató así varios pájaros de un tiro. Se alejaba de la España en transición a la democracia y preparaba su terreno. Monárquico hasta la médula, sólo eso le derretía. Don Juan Carlos será de los que más sientan su desaparición física. Pero Juan Antonio Samaranch siempre quedará en la mejor historia de España. De la grande. De aquella que cualquiera difícilmente no puede sentirse orgulloso.

La larga carrera de un hombre polifacético

Afición deportiva
De  niño le gustaba el deporte, pero apenas jugó seriamente al hockey sobre patines. Llegó a ser seleccionador y primer presidente de la Federación Española de Patinaje entre 1954 y 1956. Practicó también el fútbol, el boxeo, la hípica, el esquí, la vela o el golf. En fútbol, era seguidor del Espanyol.
La Guerra Civil
En mayo de 1938, tuvo que incorporarse al Ejército republicano como sanitario. Como sus ideas no estaban de acuerdo con las filas que atendía, pasó a Francia para regresar a la zona franquista. Posteriormente, se afilió a Falange Española.
El Samaranch periodista
Fue colaborador del periódico La Prensa hasta junio de 1943, cuando le fue retirado el carné por la crónica que escribió del partido de Copa, disputado en el estadio de Chamartín, en el que el Madrid venció por 11-1 al Barcelona. En su artículo criticó duramente al público de Madrid y a los cronistas de la capital que lo incitaban.
Experiencia empresarial
Samaranch se graduó en el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa y en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles, en Barcelona. Tras dejar el periodismo, Samaranch siguió los negocios familiares en la industria textil  y entró en contacto con el mundo de la banca, hasta llegar a presidir La Caixa entre 1987 y 1999, institución de la que fue presidente de honor hasta su muerte.
Carrera política
Designado concejal de Deportes en el Ayuntamiento de Barcelona entre 1955 y 1962 y procurador en Cortes por Barcelona en tres legislaturas (1967-1977), su nombramiento como representante en Cataluña de la entonces Delegación Nacional de Deportes le llevó a su primer gran cargo deportivo: delegado nacional de Educación Física y Deportes (1967-1971).
El nombramiento en el COI
Fue miembro del Comité Olímpico Español (COE) desde 1956 y ocupó su presidencia desde 1967 hasta diciembre de 1970. En 1966 fue elegido miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), organismo en el que ocupó varios cargos hasta ser nombrado vicepresidente en 1974, puesto que desempeñó hasta 1978.
En julio de 1977, en un movimiento magistral, fue nombrado embajador en la Unión Soviética, el primero tras el restablecimiento cuatro meses antes de las relaciones diplomáticas con España. Ya entonces sabía que la elección para presidente del COI sería en Moscú en 1980. Y que el apoyo de los países del Este iba a ser clave, como así sucedió.
Durante la 83ª sesión del COI, fue elegido presidente en primera votación. Renunció a su cargo de embajador y celebró su 60º cumpleaños con su sueño hecho realidad.
Luces y sombras
Durante los 21 años que estuvo al frente del COI, vivió periodos de luces y de sombras, con éxitos indiscutibles y  problemas que dañaron gravemente su credibilidad, especialmente los casos de corrupción en las campañas para designar sedes olímpicas. Samaranch convirtió el organismo en una empresa rica y poderosa, una máquina de generar ingresos en el concepto de deporte como espectáculo masivo y mediático.
Uno de sus mayores logros fue que su ciudad natal, Barcelona, organizara los Juegos Olímpicos de 1992. El 19 de junio portó la antorcha olímpica a la salida de Sant Sadurní de Noya (Barcelona), y el 9 de agosto clausuró los Juegos en el estadio de Montjuic.
Diplomacia olímpica
Samaranch contaba como el mayor éxito de su mandato la unión del movimiento olímpico, el COI, con las Federaciones Internacionales y los Comités Olímpicos Nacionales, sus tres grandes pilares. Experto anfitrión y agasajador, llevaba adelante todos sus planes manteniendo contentos a sus miembros.
Su gran debilidad fue permitir la continuidad de una forma de amiguismo aristocrático instaurada en lo más profundo del olimpismo. A su marcha, sólo 12 de los 118 miembros que habían intervenido en las últimas elecciones no habían sido nombrados por él. Gracias a eso, y a su habilidad para manejarlos con proyectos de futuro, fue reelegido tres veces por aclamación y unanimidad, y ratificado en su cargo en pleno escándalo de la corrupción.
En su último discurso como presidente del COI el 12 de julio de 2001 dijo que dejaba un movimiento olímpico independiente “sin haber recibido jamás subsidios de los gobiernos” y pidió a los miembros del COI que mantuvieran la unidad.
Distinciones
Samaranch recibió gran número de distinciones y premios, como las Grandes Cruces de la Orden del Mérito Civil, del Mérito Naval y del Mérito Militar y de la Orden de Cisneros, en la España franquista. Fue  investido doctor honoris causa por más de una docena de universidades españolas y extranjeras, entre ellas la Politécnica de Madrid y la Sorbona, y fue académico honorario de la Real Academia de Cataluña (1995) y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1997).

Fuente: El Pais.com


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1 comments: on "Muere Juan Antonio Samaranch"

Anónimo dijo...

Lamento mucho la muerte de un hombre que llego al mundo para aportarle a la sociedad y al mundo...que en paz descanse el Señor Juan António Samaranch